lunes, febrero 13, 2012

ORALIDAD

Por: Diógenes Armando Pino Ávila.
Tomado del libro: Tamalameque Historia y leyenda


La oralidad ha sido desde siempre el medio primigenio con que los pueblos se han comunicado, primero la palabra oral y después el signo escrito.  Las culturas antiguas desde los griegos, pasando por los persas, los hindúes, los indoamericanos, en fin, todos los pueblos del mundo utilizaron la oralidad para contar su presente y su pasado, encontrando en la palabra la oportunidad de comunicación con los demás de su especie y esto lo diferenció de los otros animales ya que “es el único animal capaz de contar su propia historia”.

La historia de los pueblos nos muestra ejemplos muy variados y ponderados de este fenómeno, por ejemplo el pueblo griego con sus rapsodas y los poemas antiguos cantados por Homero (La Ilíada y la Odisea) son muestras de esa oralidad. Walter J. Ong en su libro “Oralidad y Escritura” cita entre muchos ejemplos el de él Eclesiastés sosteniendo que alude claramente la tradición oral en la que se basa el escrito: “Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; he hizo escuchar e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios. Procuró el Predicador hallar palabras agradables y escritura recta, palabras de verdad.” (Eclesiastés, 12: 9-10)[1]
En la subregión llamada “Depresión momposina” se dió una oralidad que persiste hasta nuestros días y Tamalameque inserto en esta subregión y con una antigüedad de 468 años, desde siempre ha tenido una cultura oral con la que ha preservado su historia y tradiciones.  Somos muy dados a contar historias, anécdotas y cuentos del pasado. Esta costumbre ha permitido que nuestros mayores le transfieran a las nuevas generaciones como un legado de oralidad este acervo cultural que con el tiempo se ha constituido en la memoria colectiva del tamalamequero.  Es esta memoria colectiva la que nos ha congregado como pueblo y nos ha mantenido unidos en la tradición y la cultura por casi cinco siglos de existencia
En el pasado era común la reunión familiar donde los ancianos nuestros contaban a los jóvenes las historias de personajes del pasado local. Los jóvenes se deleitaban escuchando estas historias y las aprendían de memoria quedando capacitados para contarla a sus hijos o nietos en el futuro y estos a su vez a sus generaciones venideras en una cadena de oralidad que cada generación enriquecía con sus propias vivencias. El anciano tenía un rol fundamental en la estructura familiar y social y como portadores de saberes eran respetados, admirados y considerados, no sólo por el núcleo familiar sino por toda la comunidad. Y esto no es de ahora, ni es manifestación exclusiva de los hombres del río, es por decirlo en palabras de Mashall McLugan, actividad remota del hombre primitivo:

La palabra oral como medio de comunicación estimulaba el oído antes que la vista, involucrando sensorial y emocionalmente al oyente e integrándolo así al grupo de pertenencia (el clan, la tribu). En la aldea tribal, la única posibilidad de transmitir experiencias y acumularlas era haciéndolo en un espacio restringido que estaba representado por la memoria del grupo puesto que aún no existían ni la historia ni las escuelas ni la burocracia... los hombres estaban 'sensorialmente' integrados.[2]

Es necesario recordar que Tamalameque era una comunidad de vocación agrícola y pesquera, aislada de otras culturas, comunicada con el resto del país sólo por el río grande de la Magdalena.  Este aislamiento le permitió estructurar sus propios códigos de comunicación manifestados en las historias, anécdotas, leyendas y una forma muy particular de usar el castellano con una entonación parecida a la utilizada por los vallenatos y guajiros de hoy, con la particularidad de que su “canto” o mejor su dejo en la entonación era más corto.  El tamalamequero construyó una cantidad de palabras de uso local con la que manifestaba muy singularmente las cosas en su habla cotidiana. Además en la zona rural de nuestro territorio la interconexión eléctrica llegó tardía y nuestros abuelos campesinos, entretenían y entretienen a los niños y jóvenes con historias de espantos, cuentos de “Tío Conejo”, “Tío Tigre”, “Tía Zorra”, Juan, Pedro y Manuelito. Cuentan anécdotas de sus antepasados, refieren historias de La Llorona, La Luz Corredora o episodios de sus vidas pasadas para deslumbrar mientras enseñan a sus oyentes.


Los habitantes de Tamalameque mantuvieron con mucho celo tradiciones religiosas, festejos de santos, fiestas patronales, música y danza (tambora), costumbres, habla, platos típicos, leyendas, historias, anécdotas, creencias, dichos, refranes, semblanzas de personajes, secretos y otras manifestaciones culturales muy nuestras que constituyen nuestra herencia cultural legado valioso de nuestros mayores y que las generaciones presentes herederas de esta riqueza cultural debe mantener y difundir con orgullo para que las futuras generaciones conozcan y se reconozcan en esa herencia.

Las vías de comunicación, la tecnología, la modernidad le ha dado un vuelco a estas comunidades y poco a poco se han ido desprendiendo de ese acervo cultural y han ido asumiendo normas de comportamiento y cultura que semejan a otros pueblos perdiendo su ranciedumbre y su pureza.  Este ha sido un proceso de años, y generación a generación se han ido desvaneciendo historias de nuestro pasado que solo eran registradas por la oralidad, pues ninguno de los hijos de este antiquísimo pueblo se dio a la tarea de recopilarlas por escrito.  Los jóvenes no reconocen el valor cultural de la oralidad y viven inmersos en temas de su tiempo, desconociendo que “las tradiciones orales reflejan los valores culturales contemporáneos de una sociedad antes que una curiosidad ociosa a cerca del pasado.[3]

En Tamalameque la pérdida de estos valores es más notoria en la población urbana donde se observa la casi extinción del “baile cantao” llamado la tambora que en antaño fue nuestra máxima expresión cultural. Otra de las pérdidas notorias se encuentra en los juegos infantiles tradicionales aquí “Las rimas y los juegos transmitidos oralmente de una generación de niños a la siguiente, … contienen palabras similares que han perdido sus significados originales de referencia y de hecho resultan silabas sin sentido.”[4] ¿Qué le significará a un niño de hoy las mágicas palabras: “Tin marindo dos pingué” o conocerán la dinámica de juegos tradicionales como: “Copopió gavilan” o “Tín tín la cañijuela?

Ante “la amnesia estructural” que se viene presentando en las nuevas generaciones hay que vencer algunos prejuicios sobre la escritura y veo la necesidad de intervenir la oralidad nuestra recogiendo lo que queda de ella en este trabajo así me asalten las mismas dudas de Platón plasmadas en “Fedro y su Carta VII, donde expresa severas reservas acerca de la escritura, como una manera inhumana y mecánica de procesar el conocimiento, insensible a la duda y destructora de la memoria”.[5]

Soy consciente de mis limitaciones ya que la mayor parte de lo que consigno en este trabajo es producto de la oralidad que heredé de mi madre y ella a su vez heredó de mis tías abuelas, por tanto, en el peor de los casos lo consignado en este libro es la versión personal mía de lo que escuché de mis mayores y de varios ancianos de mi pueblo, muy conocidos por cierto y ya fallecidos (Ana Ávila, Eliecer Romero, Claudio Vega, Maximino Caballero, Pepe Ávila, Ernestina Gómez, Ricardo Ávila) y a otras personas de menos edad pero con una memoria recuerdo impresionante (Agustín Pantoja, Efraín Pantoja, Benjamín del Valle) y otros que no recuerdo en el momento. Pero muy a pesar de tratar de consignar lo más fielmente posible lo que ellos me contaron es posible que no lo logre ya que “nunca logramos olvidar lo bastante nuestro presente conocido para reconstruir en su totalidad cualquier pasado”[6] lo que dificulta, aún más la tarea de narrar sin contaminaciones las evocaciones que hago de ese Tamalameque contado por mis mayores, pues difícilmente nos sustraemos de este presente de aquí y de ahora en el cual estamos irremediablemente imbuidos.


[1] ONG Walter J. Oralidad y escritura. Fondo de cultura económica. Tercera reimpresión Argentina. 2006 pág. 25
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Marshall_McLuhan
[3] ONG Walter J. Op cit.  Pag 55
[4] Ibid. Pág. 53
[5] Ibid. Pág. 32
[6] Ibid. Pág. 24




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